viernes, 3 de noviembre de 2017

El cadáver de una paloma...

El cadáver de una paloma
se vuelve espuma.
Y se pudre bajo mi lengua.
Y hay clavado en mi paladar
el  tallo calcinado de una rosa
de piel y de ceniza.
Que se consume lentamente
junto a las costras de todas
las batallas pasadas.
Y de las recientes heridas.
Abiertas por las lágrimas.
La boca me sabe a sangre.
La boca me sabe a muerte.
Ya siento en mí el aliento
de las horas ultimas de un país
que supura vapor y tierra
en bocanadas violentas.
Y entre mis dientes
los restos a medio descomponer
de un ángel.
Y de una mascara antigás.
¡Que amargo sabor!
a llanto y a violencia.
Que oscuro sabor a silencio de plomo
y a eslabones coagulados
De una cadena oxidada entre sus venas.
Plumas y bengalas.
restos de lágrimas y balas fundidas
pegados a mis labios.
Como pelos de oruga.
Y telas de arañas.
Putrefacta sensación de un corazón
que se muere dentro de la boca.
Amarga llaga.
Que supura barro y cémento
bajo las encías.
Arcada de miedo y de incertidumbre.
Arcada de plomo
Y de cadáveres que se retuercen
en mi garganta.
Una bocanada de lirios marchitos.
Unas nauseas negras.
Un pozo de carcasas de mariposas
donde flotan las calaveras.
Y ese regusto amargo que deja la paz.
Cuando has bebido
de las espesas agua de la guerra.

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